LaosLouang Phabang-Louang Namtha-Vientiane-Si Phan Don
Tan sólo cruzar el Mekong y ya estábamos en Laos, aquí en Houay Xai hicimos los trámites del visado y comenzamos la navegación por el río que se prolongaría por dos días... Era esta una de mis experiencias anheladas y vi así pues cumplirse mi sueño... El primer día el barco estaba lotado, aun así sirvió para socializar un poco con los demas viajeros y también con los lugareños, que a pesar de su escaso inglés daban muestras de su simpatía y su desinteresada curiosidad. Pasamos la noche en un pueblo llamado Pakbeng a mitad de recorrido y proseguimos la ruta por la mañana, esta vez sin tener que compartir el incómodo pasillo y deleitándonos con las maravillosas panorámicas a ambos lados del barco; Una bonita experiencia navegar el Mekong especialmente en época de lluvias ya que bajábamos con su caudal al máximo... Llegamos por fin a Louang Phabang, sin lugar a dudas la ciudad más bonita del país, justo en estos días coincidimos con la fiesta nacional de la liberación, así que pudimos asistir a la ca

rrera de traineras laosianas (un total de 51 remeros!) que duró hasta bien entrada la tarde y el ambiente festivo se respiraba en toda la ciudad... Tras unos días disfrutando de la hermosa y tranquila Louang Phabang proseguimos el viaje hasta el norte del país muy cerca de la frontera con China (tan sólo a 8 km); Aquí en Muang Sing pasamos una noche, ya que a pesar de ser conocido por sus trekkings la ciudad parecía fantasma, estaba todo cerrado y decidimos bajar a Louang Namth

a, lugar desde donde emprenderíamos la dura excursión de tres días por estos remotos parajes. Empezamos en Ban Kokmee un pueblo donde conviven cuatro diferentes etnias: Khmu, Lanten, Sida y Phu Noi. Desde aquí comenzamos a subir y las primeras lluvias nos dieron la bienvenida anunciándonos irónicamente lo que nos esperaba... Los paisajes son hermosos a pesar de que todavía se puede ver como los nativos ganaron sus tierras fértiles en las colinas: quemando árboles... Así que en estos ámbitos, en estas latitudes, la vista es de un verde intenso por los campos de arroz contrastado con el negro de los muñones chamuscados... el delicioso olor del arroz despertó nuestros jugos gástricos así que paramos a comer en un pequeño chabisque tras unas horas de caminata, aquí nuestros guías extendieron unas hojas de bananera a modo de mantel y desgustamos las delicias de la comida local... unas salsas hechas con berenjena, carne, patata, etc,... el arroz es llamado de "sticky rice" y es un tipo de arroz que necesita menos agua de lo normal y luego se queda como un bloque, de ahí arrancas un pedazo, lo amasas y lo comes a modo de albondiguilla untando las salsas... Después de dos horas y media más de ascenso llegamos por fin a Ban Sam Yord, un pueblo de mayoría étnica Sida, y donde la gente poco acostumbrada a ver occidentales nos miraban con extrañeza... Por la tarde eligieron un cerdo y ahí mismo en la puerta del refugio y sin escrúpulos le rajaron el cuello para con él cocinar la cena, el desayuno y la comida de

l día siguiente.... Por la mañana después de ponernos las ropas todavia mojadas, emprendimos la marcha de la que sería la peor jornada del viaje... y no es que fuera mala por su dureza, que la tenía, ni por las fuertes borrascas, ni por el empalagoso barro que exigía un gran esfuerzo a cada paso... el peor enemigo, el animal más asqueroso del planeta apareció en nuestro camino... la sanguijuela. Miles de estos detestables bichos esperaban al acecho, sedientos de sangre, la oportunidad de trepar por nuestras botas, colarse por los calcetines y chuparnos la sangre como, como... vulgares sanguijuelas! que asco! Creo que llegué a quitarme unas veinte en total, la peor una que había cruzado el umbral de mi calzoncillo... afortunadamente me di cuenta antes de que empezara a chuparme un huevo... brrrr! que situación tan desagradable! A pesar de to

do esto sobrevivimos y tras 8 horas de caminata y sin haber disfrutado mucho de las vistas, llegamos a Ban Nam Talan, una hermosa villa a orillas de un río que baña los campos de arroz, donde viven dos etnias: los Lanten, pueblo que llegó a Laos desde China y los Khmu, estos llegados aquí huyendo desde Camboya... Un poco más tranquilos ya al no ver sanguijuelas, nos dimos un baño en el río y nos relajamos un poquico... Esta vez la víctima de la tarde fue un pato, que tras desplumarlo fue directo a la perola... mmmhh! delicioso! Por la noche aparecieron en el refugio jóvenes locales y nos ofrecieron un licor llamado beer-khmu, una especie de moscatel fermentado que se bebía con una pajita desde la tinaja, acabamos cantando todos, cada uno sus canciones tradicionales... El tercer día fue mucho mejor, al menos no había miles de sanguijuelas, eso si, mis desgastados zapatos me hicieron caer (pero caer, caer eh! con los pies por encima de la cabeza...) unas cuantas veces, así que decidí caminar descalzo por el espeso barro... pasamos por más poblados, vimos

a las mujeres Lanten tiñendo sus ropas y el algodón con índigo, color que les representa, cruzamos varios ríos, bosques de bambú, más campos de arroz, etc,... hasta que ya bien entrada la tarde y tras nueve horas de paliza llegamos a una carretera donde nos esperaba un carro... por fin, salvados... A pesar de la dureza de esta aventura, no tengo dudas en decir que valió la pena, ya que sólo el hecho de acceder a estos remotos poblados y disfrutar de la pureza de sus gentes es algo que no tiene precio y no se puede hacer todos los días...
Tras unos días en Louang Namtha descansando y paseando por los alrededores regresamos a Louang Phabang donde volveríamos a disfrutar de su pacífico ambiente, visitamos un par de templos abandonados cruzando el Mekong y fuimos también a unas cascadas a una hora de la ciudad. Nuestro siguiente destino: Vientiane. Posiblemente sea la capital del mundo más pequeña... la verdad es que es un poco cutre para ser una capital, aun así disfrutamos comiendo una especie de Fondue a orillas del río, pasamos por el mercado de amuletos, visitamos el museo nacional, posiblemente el más chabacano que vi en mi vida... Desde Vientiane viajamos a Pakse donde pararíamos un par de días antes de llegar a

Si Phan Don (4000 islas), un paraiso al sur del país... Visitamos Champasak las únicas ruinas Angkorianas fuera de Camboya, también Don Khong, y por último Don Det, un paraiso a orillas del Mekong donde pasamos nuestros últimos días en Laos disfrutando de las islas, alquilamos unas bicis y cruzamos a Don Khon, desde donde se ven los impresionantes saltos de agua que el poderoso Mekong efectúa antes de llegar a tierras Camboyanas... Laos es hermoso, es un país muy pobre económicamente, pero que tiene mucho que dar, desde su rica naturaleza hasta su gente, que a parte de ser amable sobretodo es feliz...