16 de diciembre de 2008

India

Rajasthán-Dharamsala-Rishikesh-New Delhi

Rajasthán penetró directamente en mis poros, no sé si por su calor seco, por su paisaje lleno de ocres o por su "musicalidez", el caso es que agrada con insistencia, parece atraparte en su tiempo sin dejarte salir, y así transcurrimos unas dos semanas en plácida admiración. El último trajín de trenes y autobuses se vio reconfortado con una cama de verdad y una ducha en la ruidosa Jhaipur. Esta urbe parece ser la actual capital y posee, además de una sociedad terriblemente mercantil, unos preciosos templos como el observatorio astrológico construido hace trescientos años o el cercano fuerte Amber. No aprovechamos la ocasión para ver Pushkar que acogía por estas fechas su renombrada feria del camello, pero el tiempo se echó encima y hubiera sido imposible conseguir alojamiento, así que decidimos llegar al extremo más occidental del país en la ciudad llamada Jaisalmer. Esta hermosa localidad posee un encanto especial, con el añadido extra de que los comerciantes no llegan a agobiarte en su intento de vender, simplemente observan sosegados, sin coacción. La ciudad, fortificada, sobresale imponente en medio de un cercano desierto y sus callejuelas te absorben con elegancia hacia su centro, atraidos como por hipnosis llegamos a la parte más alta situada al oeste y contemplamos uno de sus lindos atardeceres... mmmh! qué regalo! Realizamos una excursión a camello por el desierto acercándonos hasta la frontera Pakistaní. Es increible ver como, de la nada, nuestros camelleros son capaces de cocinar tan excelente comida, también de la nada aparece un hombre con un saco lleno de cervezas... frías! Una pena estar preparando el siguiente Vipassana que no te permite tomar alcohol... en cualquier caso no tiene precio el disfrutar de una noche en el desierto, de su silencio, de las estrellas. Dejando atrás Jaisalmer, el último destino de Rajasthán fue Bikaner, en realidad el motivo de llegar a esta extraña ciudad fue la conexión con el tren que va hacia las faldas del Himalaya, y aprovechando la coyuntura visitamos el templo de Karni Mata, conocido también como el templo de las ratas. Se calcula que campan a sus anchas unas 10.000, son respetadas y alimentadas por los fieles, llegando a considerarlas como la reencarnación de los devotos de la Diosa Karni. Se dice que trae buena suerte que una de ellas pase por encima de tu pie, así como ver la rata albina, yo creo que tengo la suerte garantizada ya que me sucedieron las dos cosas; También dicen que si por casualidad matas a una de ellas, ¡tienes que pagar su peso en oro! La verdad es que es un espectáculo, bastante bizarro, el caminar descalzo entre miles de ratas sagradas escuchando música tradicional, una experiencia un tanto desagradable, pero ¿quién dijo que todas las experiencias tienen que ser agradables?
En esta breve estancia en Bikaner pudimos también asistir a una multitudinaria boda musulmana, se casaban 47 parejas, el ambiente era festivo, las calles estaban repletas y las familias nos invitaban a sus casas y todos querían hacerse fotos con los extraños visitantes, al final un poco agobiados de robar protagonismo a los propios novios nos fuimos a la estación para tomar el tren que nos acercaría a Punjab y de ahí a Simla desde donde cogimos un autobús a Dharamsala.
Esta pequeña localidad en las mismas faldas de los montes nevados del Himalaya, es conocida por ser el refugio de su Santidad el Dalai Lama. Se calcula que unos 200.000 tibetanos viven en India huyendo de la terrible represión que el ejército de China ejerce sobre Tibet desde 1951, siendo finalmente en 1959 cuando lo ocupó en su totalidad. Actualmente hay cientos de presos de conciencia, posiblemente haya crecido la cifra tras Beijing´08, de los que se calcula que el 80% son monjes y monjas, encarcelados y torturados, algunos por el simple hecho de gritar "FREE TIBET!".
El verdadero motivo de venir aquí a Dharamsala fue el de realizar otro curso de Meditación Vipassana del que os hablé en un artículo anterior. Tras salir de esta dura prueba -diez días sin hablar, sin tocar, sin leer, sin mentir, sin matar, sin sexo, sin, sin, sin,... y a pesar de todo tan, tan, tan enriquecedora- fue todo un privilegio poder asistir a una ceremonia presidida por el propio Dalai Lama, sinceramente fue todo intuitivo, el hombre hablaba en tibetano para miles de personas sentadas en posición de Lotto meditando y cantando mantras... ¡Qué buenas vibras! de vez en cuando el hombre soltaba unas carcajadas infantiles a las que difícilmente me podía contener...

Aquí se acabó el tiempo para Sonia, mi querida compañera de aventuras por tierras indias, así que la acompañé a Nueva Delhi para que tomara su avión y yo continué mis andanzas, de nuevo hacia el norte, con la sensación de estar llegando a saborear los últimos días de esta linda aventura. Me subí a un autobús, ajetreado en todos los sentidos, que tardó unas 24 horas llegar a Manali, en el estado de Himachal Pradesh, este lugar es parada obligatoria para muchos montañeros así como para los amantes del tetrahidrocannabinol. A unos 5 km. se ubica Vashist, un pueblecito muy pequeño pero muy acogedor donde se encuentran unos baños termales que por momentos te hacen olvidar el terrible frío que baja de las montañas heladas. El agua sale ardiendo, por lo que al principio cuesta meterse, pero una vez dentro nuestro cuerpo inteligente hace balanza entre los 4ºC de fuera o los 50ºC de dentro realizando un intuitivo mete-saca que hace maravillas en tu circulación...

Viajando hacia el sur me dirijí a Rishikesh, cuna de todo Yogui y lugar de peregrinación para muchos indios, y es que en este pueblo hay innumerables Templos, Ashrams, Gurús, etc. Los Ashrams son centros, refugios espirituales, sin ánimo de lucro donde uno se aloja y comparte su energía, yo personalemente los encontré un tanto privatizados y con cierta orientación turística, pero en fin, no deja de ser mi impresión personal. También éste fue el lugar de retiro elegido para purificar las almas de The Beatles. La verdad es que los días que pasé en Rishikesh fueron maravillosos, me inicié en Reiki con una maestra llena de luz, mi querida Shanti. Por la mañana meditaba una hora antes de ir a clase de yoga, después los deliciosos almuerzos en la terracita de un restaurante junto a personas encantadoras hicieron que esta última semana se convirtiera en una especie de sedoso trampolín de regreso hacia occidente. Pude, por fin, bañarme en el Ganges, que al nacer aquí al lado todavía no arrastra tanta suciedad, para limpiar y purificar mi alma... eso sí, a mi manera.
Mi última visita en India fue nuevamente a Delhi, donde además de empezar a asimilar el fin de esta inolvidable experiencia, realicé unas compras y disfruté de los últimos días en este país tan extraordinario. Concluiré este artículo diciendo que mi siguiente destino en la ruta, después de maravillarme al poder observar la imponente vista aérea del Himalaya, fue Amsterdam, ciudad que me acogió durante años y donde pude pues visitar a mis amigos antes de volver a mi amada tierra...
La verdad es que es muy difícil de explicar todas las emociones vividas en estos instantes finales tras haber viajado durante un año. Alegría, tristeza, gozo, ansiedad, excitación y nostalgia se entremezclaban al sentirme cada vez más cerca de los míos y al mismo tiempo me sentía ausente, todavía viviendo los procesos de asimilación de todas las experiencias vividas, es por eso que dedicaré mi próximo artículo a estas reflexiones, espero no demorarme mucho.